Monday, October 20, 2014

LA DUDA


A Borges le atribuyen haber dicho "la duda es uno de los nombres de la inteligencia" y también le endosan una frase que suena, cuando menos, ingeniosa: "no hables al menos que puedas mejorar el silencio".

Quiero darle crédito al mito de la historia de Borges y quisiera, frente a ciertos 'espejos y espejismos', procurar callar la certeza y continuar dudando, por lo menos con la clase de escepticismo del que necesita vivir "soñado a Descartes y a la fe de sus padres" (La Cifra, 1989).
Porque entre más indago en la realidad palpable y áspera de lo que me rodea, con más rigor y severidad, más indicios encuentro de su inconsistencia.
Fotografías de: https://pensandoyescribiendo96.wordpress.com/2013/01/02/borges-y-sus-eternos-suenos-ii-laberintos-1/borges-laberinto4/

Friday, May 30, 2014

PROA

En días como este quisiera estar de nuevo junto al mar, es decir, en la proa de la deriva continental.

Thursday, January 23, 2014

CUESTIÓN DE MAGNITUDES

Yo quiero vivir una vida plácida, lo he decidido, pero jamás flácida.
Y no es fácil hacer lo uno sin hacer lo otro.

Es decir, quiero una vida integra y serena, que no esté acongojada por el miedo a la muerte ni al fracaso, suficientemente asertiva para evitar la embriaguez del éxito y la promesa falsa de la posesión, con la capacidad de lucha suficiente para resistirse al afán, en fin, libre de las peores ansiedades.

Creo que esa es la razón por la que viajé en un momento de mi vida para encontrar en la cultura del litoral caribe colombiano una forma bien diferente de percibir magnitudes que en el interior del país había creído absolutas: la riqueza, el placer, el poder, el tiempo. Aprendí que estas magnitudes son, en últimas, como todo lo demás formas de narrar y adjetivar, poco más que eso.

Friday, December 02, 2011

SOBRE LOS MALOS CONSEJOS DE MIS BUENOS AMIGOS

He conocido muchas personas en mi vida y pocas, un abrazo a ellas, han sido buenas consejeras.

Recuerdo vívidamente el momento en el que uno de mis mejores amigos me recomendó comprar una bicicleta; fue uno de los mejores consejos que me dio alguien en la vida y que, por demás, venía de alguien que generalmente me aconsejó mal.
Yo enfrentaba una ruptura amorosa-melodramático-alcohólica y realmente necesitaba preguntas para mis incontables respuestas: la vida no vale un comino, el amor es la representación cultural de una conducta animal, la gente es gente, ni más ni menos, y por ende actúa sin leviatán ni reflexión, con el objetivo egoísta de maximizar la ganancia y reducir el costo, a todo nivel.

Enfrentando este terrible momento de profunda duda (o tal vez de profunda certeza), dicho amigo me invitó a recorrer las calles de mi ciudad y hogar putativo, la capital, sobre las ruedas de una bicicleta. Cada camino fue por aquel tiempo una oportunidad para purificar el dolor emocional y drenarlo a través del dolor físico, que es, déjenme decirles, una de las mayores bendiciones de la carne: lo que al cuerpo place al alma envenena y a la inversa.

Y a fe que venía de un tiempo dedicado ampliamente a complacer a la carne y a condenar al alma. Así que fue la bicicleta la que me confortó y me concedió el don de sentirme yo mismo. O más exactamente, de sentirme en los zapatos del campeón colombiano de los años 80, Lucho Herrera. En cada pedaleo, como si coronara los Alpes, yo recobraba la capacidad de actuar con la misma humildad de Lucho, con su cordialidad, su fe, su autoestima y con esa cálida serenidad de campesino que yo tanto anhelaba exhibir.

Fue por entonces cuando mi alocada vida laboral me indujo a viajar al litoral caribe colombiano. Allí mis nuevos amigos pasaban noches enteras en vela placiendo sus cuerpos en lo que ellos mismos denominaban: la 'pernicia'.
Me recomendaron no volver a mi querida ciudad a retomar la senda que había iniciado meses atrás; obedecí seducido por el rostro vacío de la oportunidad de construir una nueva vida al lado del mar, de ese mar del Caribe que al alma adormece con su mueca de bufón, con su alegría obligada y su cinismo hedonista.

El alcohol no ha sido un buen consejero, es cierto; me ha llevado a recorrer las calles de una ciudad que ha olvidado su destino, sin tener yo mismo destino ninguno. Me ha obligado a capitular sueños libertarios ante las reglas de una sociedad parroquiana y paradójica: liberal en el presente, conservadora ante el futuro.

Así que me he hastiado de este absurdo sinsentido y no va más: no más placeres, no más felicidad sin nervio, no más expectativa sin certeza, no más respuestas sin preguntas. Los consejos que he recibido a menudo de la gente cercana a mí han sido torpes; a veces, incluso, han sido fabricados desde el interés, esgrimidos desde la codicia subrepticia de despojarme de toda libertad, de hacerme esclavo de sus personales pernicias: alcoholismo, desesperación, dependencia emocional, soledad, egoísmo.
Mientras tanto busco atenuar el dolor de este desengaño vital con cantidades copiosas de licor, para ser más exactos, de Old Parr de contrabando, mientras recorro este sudoroso Caribe como un pirata delirante.
De puerto a bocas, todos saben que no tengo camino de regreso; me saben alucinado, ebrio de sal y de soledad; soy el vagabundo del castillo de la aduana, principal cliente de los contrabandistas y muy pronto desayuno de goleros.

El alcohol no ha sido en mi vida un buen consejero pero al cabo ¿quién lo ha sido?.

Wednesday, April 20, 2011

ENTRE MÁS ME ACERCO A LO QUE DESEO, MÁS ME ALEJO DE LO QUE SOY

En la vida de la mayoría de la gente que estudia juiciosamente, que va a la universidad, o ambas cosas, llega un singular momento en el que se es atacado por una realidad laboral que eclipsa las preguntas existenciales básicas: ¿quién diablos soy?, ¿para donde voy? (o tal vez, que obliga a enfrentarlas). Es una delgada línea entre el antes y el después, protagonizada en cierto momento de su diminuta existencia por cada individuo occidental sano, competente y productivo, y en la que éste se enfrenta a la realidad laboral.
Es cuando verdaderamente remuerde el hecho de que no emprendiste, como sí ocurre con la gente que de verdad triunfa, la que se gana el nobel o aparece como celebridad en la televisión a pesar de todas tus apuestas, ninguna conducta sistemática y obsesiva desde tu más temprana adolescencia para obtener alguna clase de capricho aparentemente imposible, innecesariamente sofisticado y totalmente fuera de contexto, digamos por ejemplo, ser astronauta, neurocirujano o magistrado de una alta corte. Tu obstinación nunca ha sido tan grande como tus expectativas y ahora es cuando para pagar el precio.

Seguramente tú también lo viviste, no me refiero a ese momento en el que debes obtener trabajos de medio tiempo o de tiempo completo y medio salario para pagarte tus estudios, o para pagarte tus rumbas, o ambas cosas; se trata en cambio de un llamado misional visceral y colérico, que seguramente tú también sentiste una vez te graduaste de esa tan apetecida, tan prometedora carrera que todo el mundo termina escogiendo por apetecida y prometedora.
¿No lo sentiste?. Entonces digamos, un llamado instintivo a lograr lo que yo llamaría la 'supervivencia con sentido', que es una cosa escasa.

Si esa carrera que estudiaste de verdad te convocaba y te movía la fibra interior, seguramente sentiste el terror de orientar por primera vez tus velas hacia lo que parecería ser a lo lejos un horizonte de éxito laboral y no saber qué había más allá de ese horizonte o, incluso, cómo llegar a él. Al emprender camino, ocurría que a veces el viento no soplaba suficientemente, a veces las velas eran deficientes y generalmente ambas cosas.

Buscaste entonces vincularte a todo cuanto se moviera y oliera a ejercer tu carrera; organizaste a destiempo una hoja de vida voluminosa que tomara el sitio de tu vocación y como ocurre generalmente, después de algunas vicisitudes, encontraste que resultabas útil en algunas funciones básicas, operativas y que, con algo de esfuerzo, podrías marcar la diferencia pues eras inteligente y creativo (o creativa) pero sobre todo, porque tenías ese gran talento para aprender, porque gracias a Dios aprendiste a aprender, es decir, adquiriste lo que los expertos llaman hoy en día: meta-cognición, gran palabreja que estoy trayendo a colación por puro ocio.

Una vez allí continuaste encontrando tus verdaderas fortalezas misionales; te diste cuenta, en un breve proceso de ensayo y error, cuál era tu área de mejor desempeño y pudo ocurrir, si tuviste suerte, que coincidiera con tus gustos e intereses y que así llegaras en ese barco al soñado horizonte, atravesando en su camino pequeños triunfos íntimos y algunos fracasos, igualmente pequeños e íntimos.

El éxito, en mi caso, se pareció mucho a algo que no tuve muy a menudo durante mi infancia y adolescencia: la aprobación. Y es que después de ser toda la vida un proscrito ambulante y sangrante, pasé a ser de un momento a otro el niño terrible de alguna cosa. Ser niño terrible de alguna cosa causa mareo; si aún no lo has sido, no te lo recomiendo, estás a tiempo para evitar el daño perpetuo que produce cualquier tipo de precocidad.

Obtener tal clase de aprobación significa lograr consistentemente el beneplácito colectivo de múltiples personas, conocidas o desconocidas, debido a algo que haces particularmente bien o a algo que detentas, bien sea un recurso escaso, una posición o una determinada condición considerada por los otros como deseable.
Al principio, mi amiga, la aprobación tiene ciertos efectos positivos: la autoestima que tus profesores universitarios laceraron y la creatividad que estos mismos trataron de ahogar vuelven a ti como las dos sobrevivientes de un horrible secuestro. Están, claro, un poco desechas por una especie de estrés post-traumático pero, así y todo, tratan de hacer de nuevo su vida a costa de la tuya.

Tú estás contento pero tratas de tomarlo con calma, ¿cómo desaprovechar esta oportunidad?. Aparte hay que decir que tus necesidades básicas se encuentran ahora casi en su totalidad satisfechas; todas menos una, precisamente esa, la que estás pensando. Buscas afecto y sus más prosaicos complementos, aprovechando los buenos vientos que soplan; mejoras un poco tu físico para ponerte en la cresta de la ola, intentas mantener la cabeza enfocada y el corazón desatado.

Como 'unos y otras' te buscan para obtener algo de tu intangible fortuna, te sonríen, te buscan conversa, tarde o temprano encuentras alguna mujer (o en tu caso hombre) particularmente receptiva, particularmente persistente (o, diría yo, sospechosamente receptiva y persistente) y entonces, una inesperada pero ansiada noche: ¡kabúm!
Te enredas en un romance que más tarde desemboca en una relación que después desemboca en una lucha de poder que a su vez desemboca en un delicado equilibrio de poder, basado en la desilusión, que finalmente, si no has producido antes un embarazo (o incluso a veces después de ello), desata el gen de la infidelidad, tuyo o del otro, lo que al final ha hecho de tu vida privada un lugar absolutamente invivible. O bueno, invivible desde tu óptica, en ese momento de tu vida.

Entonces estalla una crisis, la relación se destroza y decides poner coto a ese momento de tu vida y para ello, aceptas un trabajo que parece prometedor y audaz. Agotas tus fuerzas intentando hacer daño a esa persona que te traicionó en el pasado y al mismo tiempo de triunfar a destiempo, y digo a destiempo porque ya es tarde para prescindir de una vida personal en función de una temprana y obsesiva vocación que te haga ganar el nobel, el óscar, el Tv y novelas o cualquier otro símbolo de consagración universalmente aceptado o frívolo. Es tarde.

El resto de la historia es un poco larga y por ello la resumo. Te involucras en una escalera ascendente de trabajos que llenan tus arcas de dinero y tu alma de contradicción. Debes asumir roles inimaginados años atrás tales como administrador por defecto, bombero por accidente, barrendero por asco, técnico por necesidad, dictador por resentimiento, agente viajero porque sí, vendedor por ironía, entre otras tantas posibles calamidades que no quiero mencionar.
No sobra anotar que durante este tortuoso proceso has ganado enemigos, perdido amigos, pateado loncheras, pasado noches en vela, asumido nuevas relaciones y, en algunos casos, engendrado muchachitos, bebido alcohol e ingerido sustancias prohibidas. Además, y esto es lo más grave, has llenado el cupo de unas inútiles tarjetas de crédito que adquiriste con el ánimo de tener la 'vida crediticia' (o mejor 'cretinicia') que reclaman los bancos y pagar además una que otra aplicación a estudios de postgrados que no has hecho aún. Debido a que estás en una ciudad extraña, u otra razón, incursionaste en negocios saturados de oferta, perdiste dinero y para pagar las obligaciones vendiste el carro que, valga decirlo, compraste para transitar por dicha ciudad extraña, atestada de conductores suicidas y vías en lamentable estado.
No consideraste además los mantenimientos, impuestos, comparendos y otros gastos subsidiarios y sobre todo los gastos médicos originados en el sedentarismo que tu vida ha conllevado, los gastos originados en tus vanos intentos por coger forma y otras vicisitudes de la vida moderna.

Para entonces has perdido la buena costumbre de comprar libros u otras piezas de producción cultural que alimenten tu espíritu, erosionado por la rutina; además has olvidado tus hobbies preferidos, tus lugares favoritos y otras cosas medianamente importantes como, por ejemplo, actuar con dignidad ante el sexo opuesto.

Pero por otro lado, y trato de ver las cosas con un lente positivo, tienes un respeto profesional que otros envidian; que de hecho envidian tanto que intentan por todos los medios quitarte.
Tu carrera ahora es sólida; lo que uno llamaría una carrera 'hecha a base de tesón'. Tienes una linda 'nueva familia', esa vieja institución en desuso, que poco a poco suplanta a tu familia de verdad, es decir, a tus hermanos, padres, primos, tíos y abuelos a los que ya no visitas. Y esa familia en ciernes que ahora llena los álbumes de facebook te sigue a todo lado, te asfixia a ratos, lo cual en realidad es desesperante.
De los amigos con los que ya no te emborrachas no hablaré, con ellos vivirás al final de tus días en un hogar geriátrico, no importa cuanto los abandones hoy día.

Pues bien, continuando con la perspectiva positiva respecto de lo anterior, has adquirido una buena cantidad de hábitos positivos, saludables y convencionales que harán de tu vida una larga tortura en la que una muy 'longeva' cadena te acompañará hasta que la muerte, afortunadamente, los separe.

Sólo quería decirte que si tú lo has sentido, no eres la única. No es que me haya pasado ni que prevea este panorama en mi futuro, pero es bien cierto que a veces parece que entre más me acerco a lo que deseo, más me alejo de lo que soy... A ese respecto te voy a recomendar una canción, una canción que de verdad me gusta, un día de estos. Ojalá por fin haya tiempo para vernos y recordar aquellos buenos tiempos, ojalá me devuelvas esta llamada pero supongo que así es la vida, algún día será mejor.

AC210411

Saturday, March 12, 2011

LA RAMBLA DE VALLEJO Y LAS 'NEUROSISES'


He recorrido pasajes que desconocía de un escritor al que desconozco, y creo, desconoce la mayoría de Colombia, pues ya ni siquiera es colombiano; se ha convertido en una especie de caricatura pervertida tras renunciar a nuestra nacionalidad y ser condenado por buena parte de los medios colombianos.

Un paréntesis: yo mismo consideraría esa posibilidad, la de largarme, si tuviera opción y medios para hacerlo; hay que ver cómo tratan de bien a los extranjeros en Colombia, ya quisiera yo ser tratado en mi país con tanta deferencia.

Volviendo al tema,la verdad he notado que no dice cosas muy descabelladas para ser tan tristemente célebre, ni muy del conocimiento general, para no serlo.
Hasta donde voy en la lectura de 'La Rambla Paralela', libro que publicó en 2002 bajo el sello Alfaguara y yo compré en un ofertazo de la papelería y librería Panamericana, lo califico felizmente como uno de mis hallazgos recientes; esto es relevante si se tiene en cuenta que padezco, desde unos dos años atrás, de una casi total inapetencia literaria, tanto en calidad de lector como de escritor en ciernes.

He encontrado momentos de paralelismo y alineación con mis muy personales pensamientos. Pienso que eso es suficiente para apreciar a un escritor, por muy marica que éste sea, en una especie de relación de colegaje y hermandad de neurosis (¿cuál es el plural de neurosis?, ¿neurosises?)

Extraigo dos fragmentos:

P.33.
"Un perro muerto en una carretera le partía el alma y lo ponía a maldecir a Dios.
- Te va a soltar un rayo por blasfemo.
- Que me lo suelte ese hijueputa.
De hache pe no lo bajaba, y era lo más que tenía. Además, ahora estaba en España, país de blasfemos. Por más poderoso que fuera, ¿de dónde iba a sacar Dios rayos para tantos? En el montón estaba la protección. La muerte no le iba a venir de arriba: le estaba llegando de adentro".

Es cierto, la muerte viene de adentro, incluso un rayo es la validación de una condición innata, del orden natural de la material inerte. Triste para los que tienen el privilegio de vivir, pero cierto.

P.51.
"Y se embarcó en su tesis de que los españoles compraban libros pero no los leían. Como él, que tenía un condón sin usarlo desde hacía años y años. Y lo sacó de un bolsillo para mostrárselo a los otros maestros.
- Éste, paisanos, es el condón del optimismo: vencido en el milenio que pasó. La fecha de caducidad les da una medida de mi decadencia". (La rambla paralela, Fernando Vallejo, 2002, Ed. Alfaguara).

Es cierto, un condón vencido es una señal de la decadencia de un optimista y uno roto una señal inequívoca del optimismo de un decadente.
La gente feliz y estable usa la inyección letal contra cierta compleja enfermedad; aunque vale decir que la gente estable rara vez conserva la felicidad que creyó atesorar, a menos que un choque neuro-químico reproductivo se encargue de rescatar esa felicidad fallida. Cierto, pero triste.

Siempre es bueno que otro diga lo que uno jamás quisiera decir en público; sobre todo en veladas sociales familiares, como bautizos, baby showers y matrimonios, que son las pocas a las que actualmente tengo la oportunidad y el ánimo de asistir, gracias a mi pareja que a bien tiene invitarme.

En conclusión: no hay conclusión, seguiré leyendo este hallazgo sorprendente. Ya les contaré si encuentro otros fragmentos que estimulen mi apetito lector y mis neurosis.

MC130311

Monday, February 21, 2011

Día 22, hora 0.



He extraído de las noche tranquilas
Que paso desde hace algún tiempo
Razones para dejar atrás las rutinas que gobiernan
Esto que ya se parece a la felicidad, de forma lejana.

Cuando decidí alejarme, tomar camino hacia el mar,
Tuve esa misma sensación de distancia,
De ausencia en los rincones oscuros
De la memoria quebrada y el alma desconocida.

Había quemado mi piel olvidando y tragando kilómetros,
Había recordado que el cuerpo es un todo fugaz,
Y el alma un pedazo de carne,
Porque así, todo parecía más fácil.

Calles y esquinas de terror,
Luces que escondían mujeres secretas,
En ese hogar sin dientes había aprendido
A volver a mi casa, a no temer a mi cama
Y a mi vida rota.

He decidido volver a ese nido, una vez más,
Voy a escapar de mi cárcel como el carcelero
Que acepta su culpa y su dolo.

Te llevo allí en mi bolsillo, tú, llave sin dueño,
No he perdido la capacidad de hacer de una condena
Una fatal victoria, de llevarte a lugares desconocidos,
De abrir puertas secretas, husmear en pequeños agujeros,
De enseñarte a ser sin atajos y vivir sin condiciones.

Que hay una muerte que me ama y que me cuida,
Yo no soy la esperanza de tus deseos luminosos.
He caído y me he ido hacia el fondo,
Adorno el fondo como una roca.

AC0211