Seguramente no veré con estos ojos mortales,
la historia de esta muchacha que imagino clara y afectuosa.
Seguramente se reirá con descaro y tocará las espaldas
de los que esperan frente a la estación.
Habría deseado contemplar su lento detenerse en callejuelas
y la forma como se prende de la solapa de un marino.
Nada de esto conoceré,
no podré disfrutar de un estofado de pescado junto a ella
contemplando el undoso río.
Sin embargo, parece que la conozco desde siempre
cuando imagino esta tarde el regreso a casa
(deteniéndome por dulces y miel)
para intentar convocar su cuerpo, su presencia,
de bailarina a destiempo,
de amiga entre abrojos.
Juan Felipe Robledos.
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