NO OYES EL SILENCIO por el ruido
Que tu cabeza masculla como televisor sin antena.
Desde la cocina que humea aceite caliente,
Desde el baño que se repite en el inodoro,
Desde la calle los reflejos de un día cansado
Y otro más, efervecen;
Te avisan el tumulto que alimentan,
El estrépito que te estrangula o será estrangulado.
Las heridas de un instante, ardientes,
Regurgitan su ácido en la noche
Y te avisarán en la mañana
Que estás cansado de soñar.
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